Las arras de nuestra herencia

Carlos Alonso Vargas
6 min readJul 14, 2024

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Una traducción literal de las palabras de san Pablo en Efesios 1:13c-14 sería así: “[Ustedes] fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, el cual es las arras de nuestra herencia, hasta [o: ‘para’] la adquisición de [nuestra] posesión, para alabanza de su gloria.”

Estas palabras han resonado en mi corazón desde que las leí en una versión bíblica en inglés llamada English Standard Version (ESV), donde la traducción de la última frase me resultó sorprendente por lo que más adelante explicaré. Primero quiero fijarme un poco en la palabra arras (en griego ἀῥῤαβών, arrhabōn ).

Ese término, que figura tal cual en la Biblia Reina-Valera pero que la mayoría de las otras versiones castellanas traducen como prenda o garantía, aparece dos veces en el NT, en ambos casos en referencia al Espíritu Santo. (El otro pasaje es 2 Corintios 1:22: “[Dios] nos selló y nos dio las arras del Espíritu en nuestros corazones.”) El uso de arras en el español actual parece limitarse a designar las monedas que, en algunas regiones del mundo, entrega opcionalmente el novio a la novia como parte del rito católico del matrimonio en la Iglesia latina, como promesa o garantía de la provisión material que él va a procurar para la familia. Más ampliamente, aunque no se use o casi no se use, se refiere a un anticipo de un pago más grande que se hace, por medio del cual uno se compromete a hacer el pago completo; es decir, una garantía o lo que comúnmente llamamos “señal de trato”.

En los dos pasajes donde figura el término se dice que Dios nos ha sellado con el Espíritu Santo, y que ese Espíritu es “arras”. ¿De qué es arras? Pues por aquí llegamos a la frase que me impactó más ese día.

La frase de Pablo en griego es como escueta, como que dice lo menos posible y sobreentiende mucho, y por lo tanto no resulta clara. El versículo 14 dice literalmente: “… el cual es arras de nuestra herencia, hasta la redención de lo adquirido, para alabanza de su gloria”. ¿“Hasta la redención de lo adquirido”? ¿Qué es “lo adquirido”? (Este término podría traducirse también como “adquisición”, “posesión”, “patrimonio” o “propiedad”.) Esa falta de claridad ha hecho que las traducciones de la Biblia al español (casi sin excepción) interpreten que la “posesión” o “adquisición” se refiere al “pueblo adquirido” por Dios, al pueblo que es “posesión” de Dios. La excepción parece ser la versión de Reina-Valera, que mantiene la ambigüedad del original; también se acerca a ser excepción la Nácar-Colunga, que pone entre paréntesis “(su)” para indicar que se trata de la posesión (“patrimonio”) de Dios pero que el posesivo “su” no está en el texto griego. Veamos algunos ejemplos de versiones en español:

• “…que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida” (Reina-Valera 1995 [protestante])

• “…que es prenda de nuestra herencia, para la redención del pueblo de su posesión” (Biblia de Jerusalén, Edición Latinoamericana, 2001 [católica])

• “Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios” (Nueva Versión Internacional, 1999 [protestante])

• “Este Espíritu es el anticipo que nos garantiza la herencia que Dios nos ha de dar, cuando haya completado nuestra liberación y haya hecho de nosotros el pueblo de su posesión” (Dios Habla Hoy [ecuménica])

• “…que es prenda de nuestra herencia con vistas al rescate de (su) patrimonio” (Nácar-Colunga, 1968 [católica])

• “Él es la prenda de nuestra herencia, mientras llega la redención del pueblo de su propiedad” (Biblia de la Conferencia Episcopal Española, 2010 [católica])

• “…que es garantía de nuestra herencia, en orden a la liberación del pueblo adquirido por Dios” (Biblia Traducción Interconfesional, 2008 [ecuménica])

¿De dónde sacan los traductores la idea de que hay aquí una referencia al pueblo de Dios? (Al punto de expandir la idea sobreinterpretándola, como hace Dios Habla Hoy.) Yo creo que lo que los induce a eso es la presencia de la palabra griega ἀπολύτρωσις apolýtrosis, que normalmente se traduce “redención” (Nácar-Colunga traduce aquí “rescate”).Puesto que en el NT normalmente se usa el concepto de “redimir”/“redención” para referirse a lo que Dios hace en favor nuestro por medio de la muerte y resurrección de Cristo, y puesto que en virtud de esa obra redentora nosotros llegamos a ser “posesión” de Dios, su “pueblo adquirido” (cf. p.ej. 1 Pedro 2:9), los traductores infieren que esa “posesión” es la de Dios y que por lo tanto somos nosotros como pueblo. Su razonamiento es que la “redención” se refiere aquí a lo que Dios hará al final de los tiempos, cuando resucitemos y nos lleve consigo a la Nueva Jerusalén para hacernos partícipes y beneficiarios de la consumación de su plan de salvación. Lo extraño es que, en el NT, normalmente la noción de “redención” no se usa en referencia a ese aspecto final de la salvación, sino a lo que ya Dios ha hecho por nosotros mediante la muerte y resurrección de Cristo. (Una excepción — quizás la única — es Romanos 8:23, donde se habla de “la redención de nuestro cuerpo”; pero es que precisamente el redimir nuestro cuerpo, mediante la resurrección, es la etapa que falta por cumplirse en la obra de redención.)

Pero es que resulta que apolýtrosis no solo tiene el sentido espiritual que normalmente asociamos con “redención”: puede tener también un sentido, en cierto modo, comercial; puede referirse por ejemplo al “precio de rescate” por un rehén o por un esclavo. (Así también el término latino redemptio, de donde viene “redención”, está formado por re(d)-, “de nuevo”, más la raíz emĕre que significa “comprar”.) Aún hoy en español podemos hablar de “redimir una prenda” (un objeto de valor que habíamos empeñado a cambio de un préstamo monetario), o de “redimir un certificado de depósito” o “redimir los puntos” o las millas que nos ganamos con una tarjeta de crédito o con unos boletos de avión.

Fue por eso que me resultó tan reveladora la forma en que traduce esa frase la ESV (que, según comprobé después, reproduce lo que ya decía la Revised Standard Version, RSV): “…who is the guarantee of our inheritance until we acquire possession of it” (“…quien es la garantía de nuestra herencia hasta que adquiramos posesión de ella”). Es decir que, en este caso, los traductores están interpretando la frase escueta de Pablo (“el cual es arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión”) en el sentido de:

…el cual es arras de nuestra herencia hasta que [nosotros] redimamos la posesión [= la herencia misma, aquello a lo que tenemos derecho porque lo hemos adquirido],

lo cual, en mejor expresión española, podría ponerse así:

• “…el cual es arras de nuestra herencia hasta que adquiramos nuestra posesión”, o

• “…el cual es arras de nuestra herencia hasta que recibamos en plenitud lo que es nuestro” (es decir, la herencia misma), o

• “…el cual es arras de nuestra herencia hasta que la poseamos por completo”.

En otras palabras, esto sí se refiere a algo que ocurrirá al final de los tiempos; pero eso que ocurrirá no es nuestra redención (la cual ya está básicamente dada por la obra de Cristo), ni la adquisición de nosotros como pueblo por parte de Dios (eso también ya ha sucedido; ya somos el pueblo adquirido como propiedad de Dios), sino, más bien, que se nos dará a nosotros el “pago del total” de nuestra herencia, pago del cual el sello del Espíritu Santo que hemos recibido es nada más la garantía, las arras o la señal de trato. O, dicho de otro modo: al llegar ese momento final nosotros podremos mostrar la marca o sello del Espíritu, que tenemos desde ahora, y eso será la señal de que tenemos derecho a que se nos entregue la totalidad de la herencia prometida, porque el Espíritu Santo es la garantía infalible, la garantía respaldada por la fidelidad de Dios.

Repito la traducción literal con que comencé el artículo: “[Ustedes] fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, el cual es las arras de nuestra herencia, hasta [o ‘para’] la adquisición de [nuestra] posesión, para alabanza de su gloria.”

Y si el Espíritu Santo es Dios mismo que habita en nuestros corazones, si el Espíritu Santo es el que nos ha hecho hijos de Dios, nos ha dado la vida nueva, nos ha transformado a imagen de Cristo, nos hace crecer más y más en santidad y nos llena de sus dones, y sin embargo es solamente el “primer pago” o las “arras” o “la garantía” de la herencia que vamos a recibir, ¡cuán inmensamente grande, rica e inimaginable será la totalidad de esa herencia, de la cual entraremos en plena posesión al final de los tiempos!

[Esta es una versión levemente modificada de lo publicado originalmente el 15.11.2010 en mi antiguo blog Un discípulo en camino.]

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Carlos Alonso Vargas
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Written by Carlos Alonso Vargas

Filólogo, escritor, traductor. Cristiano católico que busca la unidad de los cristianos. ¡Jesús vive y actúa en el mundo de hoy!

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