“Venga (¿a nosotros?) tu reino”

Carlos Alonso Vargas
10 min readDec 4, 2023

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Los católicos de habla hispana están acostumbrados (y digo “están” porque, como explico al final, yo no sigo esa costumbre) a decir el Padrenuestro así: “Padre nuestro que estás en el cielo, | santificado sea tu nombre; | venga a nosotros tu reino; | hágase tu voluntad…”, etcétera. Así está escrito en el rito actual de la misa en español, y así se dice en cualquier otro contexto, individual o comunitario, litúrgico o no, en que se reza la Oración del Señor.

Pero el problema es que esas dos palabras, “a nosotros”, no tienen ninguna razón para estar ahí. No solo resulta que no están en el texto bíblico del Padrenuestro, ni tampoco en el texto litúrgico en latín y otros idiomas, sino que el introducirlas cambia un poco el sentido de la petición que se está haciendo a Dios en esta plegaria. Examinemos el asunto.

I. El texto del Padrenuestro en los Evangelios

La oración que conocemos como “Padrenuestro” u “Oración del Señor” se halla, en boca de Jesús, en Mateo 6:9–13 y en Lucas 11:2–4 (la versión de Lucas es un poco más breve). Esos dos Evangelios, al igual que todos los demás libros del Nuevo Testamento, fueron originalmente escritos en griego. Haciendo una traducción muy literal del texto griego según Mateo, vemos que dice lo siguiente:

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga tu reino.

Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

El pan nuestro de cada día [o: ‘necesario’] dánoslo hoy.

Y perdónanos nuestras deudas,

como también nosotros perdonamos [es en pasado: ‘ ya perdonamos’, o ‘hemos perdonado’] a nuestros deudores.

Y no nos metas en la tentación [o: ‘en la prueba’],

sino líbranos del maligno.

La versión de Lucas, que como dijimos es más corta, dice así literalmente en sus primeras frases: Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino…

En todo caso, es claro que en sus dos formas el texto bíblico dice solo “Venga tu reino”, sin mencionar eso de “a nosotros”. Y así, sencillamente en la forma “Venga tu reino”, se presenta en casi todas las versiones hispanas de la Biblia, católicas y protestantes. Casi, porque hay al menos una excepción: la relativamente reciente Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española (2010), que por lo demás es excelente pero que en este punto, probablemente para adaptarse a la costumbre litúrgica actual, sí introduce las palabras “a nosotros” (Mt 6:10; en cambio no lo hace en Lc 11:2).

El texto bíblico tiene algunas otras particularidades que sería interesante comentar (por ejemplo lo de “perdonamos” como un verbo en tiempo pasado, o lo de “el maligno” en lugar de “el mal”), pero quedan fuera del alcance de este artículo.

II. En la liturgia católica

Es perfectamente normal y comprensible que al fijar el texto de esa oración para ser rezada y aprendida se le hagan algunos ajustes, porque una versión totalmente literal, como la que consta más arriba, puede resultar tosca y difícil de decir y de entender. Por ejemplo, la primera línea dice en griego “en los cielos”, lo cual es un hebraísmo (en hebreo “cielo” se dice siempre en plural, shamáyim), pero es razonable decir en español “en el cielo” porque nosotros no concebimos el cielo como una estructura de varios niveles. O también, es razonable cambiar el orden de la comparación diciendo “así en la tierra como en el cielo” pues la forma literal resulta complicada. En otras palabras, la traducción puede ser exacta y fiel sin seguir necesariamente al pie de la letra todos los detalles y particularidades del texto original.

Ahora bien, en la liturgia católica, el texto de la misa en español y en cualquier otra lengua moderna debe ser traducido del latín, ya que el latín sigue siendo la lengua “oficial” de la Iglesia Católica de rito occidental o latino, y es por lo tanto la norma a partir de la cual se hacen las traducciones a los diversos idiomas. Y en el texto de la misa en latín, el Padrenuestro (fiel a su vez al texto bíblico) dice, en esta frase, adveniat regnum tuum, que literalmente se traduce “venga tu reino”.

En las demás lenguas modernas, la traducción de esta frase de la liturgia es también literalmente “venga tu reino”. Transcribo algunos ejemplos. En francés: que ton règne vienne; en italiano: venga il tuo regno; en alemán: dein Reich komme; en inglés: thy kingdom come. Que yo sepa, además del español solo el portugués introduce las palabras “a nosotros”: venha a nós o vosso reino.

III. ¿Qué estamos pidiendo al decir “venga tu reino”?

En consonancia con toda la predicación de Jesús, cuyo tema central es el Reino de Dios, la oración que él nos enseña incluye la petición de la que estamos hablando, que es, en su forma original: “Venga tu reino”. En el contexto del Padrenuestro y de toda la enseñanza de Jesús, lo que se está pidiendo con esa frase es que el Reino de Dios, que ya está presente en forma misteriosa, se establezca en su forma plena y definitiva. Al decir “venga tu reino” estamos diciéndole al Padre: “¡Establece ya tu Reino eterno! ¡Haz que llegue en su plenitud ese nuevo cielo y nueva tierra, esa edad ansiada en que todo el universo esté sujeto a ti y entonces prevalezca la justicia, el amor y la paz!” Estamos ansiando y pidiendo el retorno glorioso de Cristo, que vendrá a derrotar para siempre a sus enemigos y a gobernar como el Rey justo y misericordioso que es. Estamos anhelando el día en que la muerte sea vencida por completo y todos los que hayamos optado por Cristo resucitemos corporalmente para participar en su Reino. Estamos suplicando que se establezca en su plenitud ese Reino y que queden para siempre destruidos el mal y la violencia, la guerra y la injusticia, el odio y la división, la enfermedad y la muerte, y en que sean enjugadas todas las lágrimas.

En una palabra: estamos pidiendo la consumación del plan de Dios. Por eso esta petición está íntimamente ligada con la que le sigue: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Queremos que Dios complete su designio, que sea su voluntad la que prevalezca para siempre. Todo eso es lo que Jesús nos enseñó a pedir con las palabras “Venga tu reino”.

Por lo tanto, lo que estamos pidiendo es “que el Reino venga” — así, sencilla y plenamente — , no “que venga a nosotros”. Las palabras “a nosotros” añaden una dimensión subjetiva que tergiversa el sentido de la petición, pues la intención de la oración es pedir la venida objetiva del Reino: que venga para nosotros pero también para todos los demás, para todo el universo, incluso para los enemigos de Dios que en esa Venida serán juzgados.

Además, en realidad, en la medida en que el Reino puede venir ahora “a nosotros”, ya ha venido y no necesitamos pedirlo: los cristianos estamos viviendo ya la etapa inicial del Reino de Dios, al cual hemos entrado al creer en el Evangelio (es decir, al someternos voluntariamente al gobierno o reinado completo de Dios en nuestra vida), y el cual se nos hace presente de diversas maneras: por la presencia y acción del Espíritu Santo en nuestra vida, por la Palabra de Dios, por el amor fraterno, por la oración, por los sacramentos, etc. El Reino está ya ahí, a nuestro alcance; depende más de nosotros mismos el vivirlo, que de Dios hacerlo “venir” a nosotros. Por todo eso, vemos que la intención de la petición del Padrenuestro no es pedir que el Reino venga “a nosotros” (ahora, en forma subjetiva) sino que se haga realidad su venida definitiva al final de los tiempos, en forma objetiva. Queremos que ese final llegue pronto para que se cumpla en su plenitud el plan de amor de Dios.

IV. El origen de la confusión en español

Desde algún momento (supongo que alrededor del siglo XVI) y hasta antes del Concilio Vaticano II, cuando la misa era en latín y los católicos no se preocupaban mucho por apegarse al texto de la Biblia, existía en español una versión del Padrenuestro que era, podríamos decir, “barroca” porque, si bien mantenía en general el sentido de la oración que enseñó Jesús, le agregaba algunas florituras que tenían, sin duda, la mejor intención, pero que la alejaban un poco del texto exacto.

Transcribo esa versión católica “preconciliar” del Padrenuestro en español, y pongo en letra cursiva las palabras que no están en el texto bíblico (y que en un par de casos son también expresiones de elegancia un poco anticuadas):

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nos el tu reino.

Hágase, Señor, tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy,

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

Y no nos dejes caer en la tentación,

mas líbranos, Señor, de todo mal. Amén.

Aproximadamente en 1965, como uno de los primeros resultados del Concilio Vaticano II, la misa se comenzó a celebrar en español. Durante unos cuatro o cinco años fue todavía con el rito antiguo que hoy se llama “extraordinario”: aunque era en español y el sacerdote estaba de frente al pueblo, algunas de las oraciones y partes de la misa eran un poco diferentes. Pero ya desde ese momento se introdujo, en los países de América Latina, una nueva versión del Padrenuestro, que la gente se aprendió si ningún problema. En 1970 se introdujo el nuevo rito de la misa (el que se usa actualmente), y en ella se siguió usando, en América, esa versión renovada del Padrenuestro, que se caracterizaba por seguir más de cerca el texto bíblico. Esa versión oficial latinoamericana decía así:

Padre nuestro que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre;

venga tu reino.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

y líbranos del mal.

Lo que podríamos considerar problemático es que se usaban entonces en el mundo hispano dos versiones del Padrenuestro: una en América Latina y la otra en España. La versión española era simplemente una forma modernizada de la versión antigua que transcribí más arriba:

Padre nuestro, que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo;

el pan nuestro de cada día dánosle hoy,

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores;

y no nos dejes caer en la tentación,

mas líbranos del mal.

Es decir que esta versión, aunque eliminaba las dos adiciones de “Señor” y lo de “todo” mal, mantenía “deudas” en vez de “ofensas”, “en los cielos” en vez de “en el cielo” en la primera línea, y el “dánosle”; y también mantenía el “a nosotros” aunque ahora en esa forma en vez del antiguo “a nos”.

En 1993 se introdujeron algunos pequeños cambios en el Misal romano en lengua española, en que se quiso unificar la forma del rito para que se usara igual en España y en América. Entre esos cambios estaba el pasar del plural al singular en el Credo Niceno-Constantinopolitano (por más de veinte años se había dicho “Creemos”), y el establecer una misma versión del Padrenuestro. Esa nueva versión unificada (la que se usa todavía hoy) se parece mucho más a la latinoamericana que a la española de 1970 (por ejemplo “ofensas” en vez de “deudas”; “danos hoy nuestro pan de cada día” en vez de “el pan nuestro de cada día dánosle hoy”, etc.), pero… ¡introdujo de nuevo el “a nosotros”! Esta es la forma de la oración que se usa actualmente en el mundo católico hispanohablante:

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

¿Por qué se habrá reintroducido el “a nosotros”, en vez de atenerse al texto litúrgico latino y al original bíblico? Yo pienso que intervino allí un afán tradicionalista de ciertas corrientes eclesiales, sobre todo de España: no se quiso renunciar a algo que por siglos se había venido diciendo de cierta manera. También, en aquella época (fines de los años 80 y principios de los 90) en que todavía la “teología de la liberación” hablaba de “construir” humanamente el Reino equiparado con una revolución socialista, puede haber intervenido un deseo de algunos eclesiásticos de “espiritualizar” la idea del Reino y restar énfasis a su dimensión escatológica (es decir, del anhelo por un nuevo sistema de cosas al final de los tiempos).

Fuera cual fuera la razón de esa inclusión, el hecho es que la versión resultante del Padrenuestro fue y es una versión desmejorada respecto a la que se usó en América Latina desde 1965 hasta 1993, y por lo tanto respecto al original latino y bíblico. Y queda claramente demostrado que el uso de las palabras “a nosotros” en la petición de la venida del Reino es totalmente infundado, totalmente sin sentido.

Conclusión: ¿Qué hacer entonces?

Voy a compartir (y confesar) aquí lo que yo hago, por si a alguien le sirve: yo rezo el Padrenuestro diciendo nada más “Venga tu reino”, sin meter lo de “a nosotros”. Lo hago así cuando oro a solas, pero también cuando estoy en la iglesia (esto último me obliga, claro, a hacer una pequeña pausa antes de decir “hágase tu voluntad”).

Pero además pienso que tal vez estamos a tiempo de movernos para pedir que en las próximas ediciones del Misal se eliminen las palabras “a nosotros”. Eso habría que solicitarlo al Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Creo que estamos en un tiempo propicio para ello, porque la tónica de ese Dicasterio en las versiones recientes del Misal romano en idiomas modernos es buscar una mayor fidelidad y literalidad (eso fue lo que se consiguió con los muchos cambios en la tercera edición del Misal en inglés en el 2011). Por ejemplo, desde el 2007 el papa Benedicto XVI comenzó a insistir en que en la Plegaria Eucarística, en las palabras de consagración del cáliz, no se debía decir “que es derramada por ustedes y por todos los hombres” sino “que es derramada por ustedes y por muchos”: eso es lo que dice literalmente el texto del Evangelio, y es también lo que dice hoy la misa católica en latín (qui pro vobis et pro multis effundetur). Ya ese cambio a “por muchos” se ha introducido en los misales más recientes.

Tal vez logremos que el Padrenuestro vuelva a su versión más literal y más bíblica (y por lo tanto más ecuménica) que se usó en América Latina entre 1965 y 1993, y que entonces todos le insistamos a Dios, no que su Reino venga a nosotros, sino que su Reino venga.

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Carlos Alonso Vargas

Filólogo, escritor, traductor. Cristiano católico que busca la unidad de los cristianos. ¡Jesús vive y actúa en el mundo de hoy!